Crónica: Grima y Ultar traen la atmósfera siberiana en su mejor estado

Una festividad cualquiera, como el día de San Isidro, también puede teñirse de una genial ambientación oscura y gélida impropia de las cercanías del ahogante calor ibérico. Los vientos siberianos de la región de Krasnoyarsk soplan a favor de los fanáticos extremos del black metal, trayendo ritos y llamadas de la naturaleza. Congregados por la sabia razón de Kivents, el versátil dúo ruso Grima y Ultar de los gemelos Syosev (Max y Gleb) se presentó en la sala Silikona para dar un show cargado del mejor género extremo en base a una rica cultura arraigada a la extensas estepas de la Madre Patria, la cual vuelve a mostrar su lado más enigmático en el mundo del metal/rock.

ULTAR

Bastante llena la Silikona antes de la actuación de la primera banda, la iluminación roja nos presentó una puesta en escena digna de un ritual pagánico en favor de las más extrañas y oscuras deidades sociales. Ataviados de gala para la ceremonia que iba a ocurrir, el quinteto de Ultar subió al escenario para dar un recital de post-black metal inspirado en la famosa literatura de Lovecraft y los mitos de Cthulhu. A falta de libros, las calaveras y decoraciones tétricas no defraudaron en otorgar una atmósfera adecuada a los cánticos guturales de Gleb, sin olvidar los típicos “corpsepaints” que cubrían el cuerpo de los artistas de un blanco más puro que la propia cal.

Manteniendo la atención del público fija con temas directos y potentes, Ultar presentó parte de su discografía a través de un sonido oscuro y bastante distorsionado, lo cual resultaba acertado y erróneo a la vez. Aunque Max y Denis estaban separados a cada lado, sus guitarras se fusionaron en una sola, poco pudiendo distinguirse las zonas solistas. Por el contrario, el ritmo era impecable, tanto que nadie podía tener la cabeza quieta. Moviendo melenas al son de unas melodías agudas e inherentes gracias a la carisma de Gleb, la retaguardia de Pavel y Vlad no dejó que los asistentes tuvieran una tregua durante la hora de concierto. Entre graves desbocados y una batería fuera de sí, no había manera de librarse del brutal hechizo de Ultar. En mitad del ambiente, la banda evitó, a toda costa, que el silencio reinase. Por mucho que algunos digan, el black metal no sólo es satanismo y muerte, sino que en palabras de Ultar, el mejor culto es aquel que los humanos crean de acorde a sus convicciones. Tal vez por ello, el show duró poquito, en contraparte de lo que vendría después.

GRIMA

Media hora de descanso fue más que suficiente para cambiar los ropajes y el estilo musical, pues Grima iba a dar su increíble concierto ante una audiencia que les esperaba con muchas ganas. No lo decimos por la gente, sino también por los arbustos y vegetación que rodea a la sala Silikona. Las cortezas de los árboles se abrieron en canal y las hojas volaron hacia el interior del recinto, porque los ídolos del paganismo natural soviético no se iban a cortar en ofrecer el espectáculo de la madre naturaleza. Mediante su último disco, «Frostbitten», arrancó otro éxito, en vivo, del dúo gemelar Syosev que se diferenció, totalmente, de lo vivido con Ultar, incluso siendo los mismo integrantes con vestuario excéntrico.

El sonido ambiental mejoró muchísimo por los altavoces y en la ganancia de la sala, y eso que el bajo desapareció del repertorio en contraposición de una tercera guitarra tras los primeros temas. Cargando el micrófono entre sus delgadas raíces, Vilhelm endureció el aspecto gutural para rivalizar con las crudas melodías de los instrumentos presentes. Sin tocar la mesa de mezclas ni chocar en tecnicidades sonoras, la distorsión musical se parecía a la voz de la tierra clamando por su reinado eterno. La careta arbórea dio protagonismo a la banda junto a las capuchas, aunque más plus supuso la enorme carisma y cercanía social de Morbius, quien no dudó en arrimarse al público, gozando del favor continuo. Ni gritos o chillidos se asemejarían al recital laríngeo que Vilhelm otorgó para que los asistentes siguiesen las doctrinas pagánicas de Grima a cada compás, letra o solo. Siendo black metal atmosférico de origen ruso con un toque de originalidad, estamos seguros de que si los bosques de Madrid cobrasen vida, ¡habrían venido a ver sus ídolos sin dudarlo!