Crónica: GALIA METAL FEST: 2º DÍA (El thrash y el heavy arrasan Valladolid)
Tras una primera jornada intensa y variada en muchos estilos, el Galia quiso coronarse con un elenco de bandas que romperían el polideportivo hasta sus ruinas. La primera fue SEVEN SISTERS, un cuarteto sajón con mucho heavy metal a sus espaldas. Apoyados por un buen número de asistentes en la apertura de puertas, el grupo dio todo lo que estaba en su mano para hacer vibrar al ambiente con sus temas potentes, pegadizos y dejando una actitud claramente espectacular. A pesar de la sencillez decorativa, a SEVEN SISTERS le valió el respaldo incondicional del público para ofrecer un show repleto de originalidad, poses múltiples y un sonido claro y nivelado. Graeme y Kyle se divertían entre riffs y zonas solistas al frente, mientras que las bases artísticas, siendo Gareth al bajo y Sammy a la percusión, interactuaban entre ellos con mucha conjunción. Aunque el tiempo de actuación fue corto para analizarlos al completo, su último álbum, Shadow of a Fallen Star I, sonó genial y se llevó un gran número de ventas en el merchandising, a lo cual la banda respondió con su presencia continua en el recinto durante el resto de la jornada.
A primera vista, no se les tenía como una apuesta fuerte en el Galia, pero RIOT CITY fue otra de esas bandas que con su fantástica actuación, interacción social y dedicación musical sorprendieron al público. Habiendo reformado la banda en los últimos años y con un flamante segundo álbum, Electric Elite, los canadienses se desenvolvieron ante un público que les pedía más y más, y ellos respondieron sin dudar. En mi opinión, su estilo heavy/speed clásico fue la clave que les hizo triunfar por todo lo alto. Es de bien reconocer que su nuevo vocalista, Jordan, posee una versatilidad laríngea muy adecuada para levantar pasiones auditivas. Con un par de trabajos discográficos, RIOT CITY aprovechó su tiempo musical al máximo. Los integrantes exprimieron todas sus fuerzas en cada ritmo, solo, golpe de bombo o rasgueo grave, lo cual evidenció las ganas que tenían de hacer vibrar al Galia. Por ejemplo, las sonrisas continuas de Cale junto a Roldan, el carisma de Jordan al micrófono o la fuerza de los dedos de Dustin, quien se llevó la palma al mejor sonido envolvente. Su bajo se escuchaba en cualquier rincón del Galia, hasta fuera del mismo. Aunque muchos no se dieron cuenta, o eso parecía, RIOT CITY realizó un cover memorable de despedida a una de sus influencias metaleras, el reciente fallecido Steve Grimmet. Interpretando el tema See You in Hell, la banda dejó el escenario en mitad de un cúmulo de vítores y aplausos.
Poco tendría que decir de los murcianos HITTEN, ya que los he visto crecer como banda cuando estudiaba Enfermería en Murcia. Aunque echo de menos la voz de Aitor, la inclusión de Alex Panza supuso un cambio espectacular que en el Galia, se ganó la admiración y el cariño de los presentes con todo el sentimiento vocal que puso a cada verso y coro. Aparte, ver a Johnny Lorca tocando su guitarra como si no hubiera un mañana, me recordó mucho a mis años universitarios. Sin duda, el momento clave, en mi opinión personal, fue cuando tocaron Ladykiller, de su primer álbum, y que me sigue pareciendo el mejor tema del mismo. A mitad de la pandemia, HITTEN lanzó su cuarto disco de estudio, Triumph & Tragedy, el cual junto a Twist of Fate, guitaron el repertorio del show a modo de dar más presencia a Alex en su trayectoria grupal. Alegría me volvió a dar de ver lo bien que se lo pasaba Horacio (Mr. C) a los graves, pues bótox no le hizo falta para sonreír todo el rato. Eyes Never Lie o In the Heat of the Night se consagraron como himnos de la banda con un headbanging continuo y el punto álgido llegó con el cover Unchain the Night de los míticos DOKKEN. Un punto de inflexión que derivó hacia la locura de los asistentes y finalizó mediante dos cortes del disco State of Shock. Podrán gustar o más o menos, pero cierto fue que HITTEN logró llevarse ovaciones desde el principio. La gente quería que la representación del metal nacional fuese magnánima, ¡y así fue!
Para ser su gira de despedida tras más de cuarenta años de trayectoria musical, HOLY MOSES está arrasando a todo el público que pilla por delante, reduciéndolo a carne y huesos. Los canes germánicos, guiados por Sabina, la reina indiscutible del thrash metal europeo, destrozaron el Galia de una forma inédita. Nunca volveremos a ver un show igual, pues el desfase, los moshpits y el headbanging salvaje llegaron a superar a sus congéneres DESTRUCTION. No es por tirarle flores a Sabina, que se las merece muchísimo, pero es que se superaron en la experiencia vivida durante el Espectros en Murcia.
Cual equipo deportivo que se motiva antes de salir a jugar, HOLY MOSES juró dar el show más thrasher en su segunda vuelta a España. No soy quien para dudar de su palabra, pero la cervicalgia y la brutal astenia que aún sigo teniendo tras su actuación hablan por sí solas. Aunque The Invisible Queen es el final del camino musical, Sabina hizo gala de su voz desarraigada con temas de toda la discografía, centrándose más en los primeros trabajos como The New Machine of Liechtenstein o Finished with the Dogs. Sin embargo, el derroche de carisma y sentimientos de la frontwoman era palpable a simple vista. Casi diría que vi lágrimas en sus furiosos ojos cuando bajó al foso y las vallas, pues el público le correspondía como reina que es y será.
Por supuesto, al resto de integrantes se les escapó cierto grado de pena. Peter, cuya guitarra tronaba en los altavoces, parecía llorar durante la ejecución de Cult of the Machine o Nothing for my Mum. En la batería, los redobles y golpes de Gerd evocaban un movimiento al unísono de los coros en Panic y World Chaos. Referente a los graves, Thomas no miraba las cuerdas de su bajo, sino al entregado público que le envalentonaba durante Jungle of Lies y Life’s Destroyer. El momento más emotivo llegó con el cover Too Drunk to Fuck de los DEAD KENNEDYS, donde Sabina subió a varias féminas y reivindicó la presencia de las mujeres en la cultura metalera, toda una elegía feminista que inmortalizó, aún más, a HOLY MOSES en la Historia de la industria extrema. Tras el concierto, Sabina y el resto se codearon con el público y desde el merchandising, se despidieron entre fotos, firmas y muestras de cariño y apoyo.
Con el ambiente más que caldeado y algo exhausto tras la primera guerra thrasher, se necesitaba un poco de heavy/power que nos hiciera recuperar las fuerzas; ¡y algún que otro bocadillo en el cambio de grupo! La cultura metalera también tiene una impresionante riqueza en el ámbito literario, y DREAM EVIL nos escribió, hace casi dos décadas, un libro dedicado a todo lo concerniente a la misma, The Book of Heavy Metal. Himno de coros en cualquier aspecto, los suecos se desvelaron tras el colorido decoro y ante un público que les recibió con los brazos bien abiertos.
Con sus ojos casi tapados por el maquillaje, el vocalista Nick no se separó del borde del escenario. Quería tener a los asistentes cerca en todo momento, pues la ocasión de compartir la música metal merecía la oportunidad. Sin apenas moverse de su sitio, Mark realizaba sus técnicas guitarristas con exactitud y soberbia, dando la impresión de estar algo apartado del grupo en ciertas ocasiones. Pudiera ser un eufemismo, pero entre él y Ritchie, los riffs y solos obtenían una consistencia propia que penetraba en las almas de los asistentes. Sin embargo, la grandeza acudió cuando el primer álbum de la banda, DragonSlayer, copó gran parte del repertorio con temas como In Flames You Burn o The Prophecy.
Tirar de los clásicos siempre es una opción segura para crear una atmósfera potente y digna, por lo cual, el trío de Fire! Battle! In Metal! Made of Metal y Children of the Night aunó las laringes del Galia al unísono en los pegadizos estribillos y zonas corales. Carismáticos y dando lo mejor de sí, Pete y Ritchie no separaban la guitarra y el bajo. Tal era su vínculo musical que si uno hubiera fallado, el otro también. Como era de esperar y con lápiz y papel en mano, The Book of Heavy Metal cerró la actuación con el público tomando apuntes sobre la cultura metalera. Entre sonidos limpios y buena distorsión, DREAM EVIL realizó un show increíble que muchos hubieran querido disfrutar, ¡y seguro estoy de ello!
La primera guerra thrasher había dejado al Galia casi en la ruina. Gente sentada con signos de cansancio y dolor, cuellos un poco rotos y los cuernos a medio dedo. ¡Pobres todos ellos, pues la segunda thrashería acabó la tarea iniciada al atardecer! Decorando el escenario con pancartas y telones, el big four europeo cargó contra España con DESTRUCTION, donde Schmier volvió a enseñarnos el tremendo poder de su banda tras las renovaciones de los últimos años. Con el nuevo álbum Diabolical bajo el brazo, los germánicos centraron su repertorio en los primeros trabajos musicales de la década de los 80’. Una opción acertada para seguir aumentando la notoriedad del thrash metal old school.
Con toda la artillería bien cargada y un sonido fuera de sí hacia la grandeza, Schmier dio rienda suelta a todo el potencial grupal. De un lado a otro, el mítico bajista recorrió todos los micrófonos disponibles, dejando un pedazo de su genial voz en cada uno. Desde su llegada a la batería, Randy ha sabido sacarle el mejor partido a los bombos, platillos y cajas tanto en directo como en estudio, pues la técnica vivida en Tormentor y Mad Butcher sólo los dioses podrían igualarla; o décadas de ensayo exhaustivo. Nailed to the Cross y Eternal Ban lograron que el público levantase su voz al unísono en los coros; se notaba la falta de voluntad salvo en aquellos cuyo espíritu thrasher, como servidor, vivía grabado a fuego y sangre.
La mitad del divino y espectacular sonido corrió a cargo de los guitarristas Damir y Martín, quienes dejaron de ser sustitutos del legendario Mike para convertirse en ambas manos de Schmier. Poses salvajes, riffs más exactos que una ecuación bicuadrada, solos afilados como un bisturí… Sólo el azogue que los dominaba nos impedía ver sus auténticas habilidades interpretativas. Moviéndose al azar, se repartieron el protagonismo en clásicos como Antichrist, Thrash ‘Til Death y Total Desaster. En el colocón terminal, el tema Bestial Invasion expuso al público a un violento moshpit del que nadie se consiguió salvar. Agradecidos y muy motivados, Schmier y compañía cerraron el show entre cadáveres humanos, pilares derruidos y un ambiente de cenizas que WOLF trataría de remediar con su heavy metal sueco. Por problemas logísticos no pudimos verlos descargar su dosis musical, pero estamos seguros de que fue impresionante y adecuada para dar el punto y final a un Galia inolvidable.
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