En la balanza del tiempo, los temas modernos fueron más numerosos, pero la calidad quedó arraiga al pasado, pues los coros de los asistentes salían por sí solos. En base a un sonido impoluto y cuya presencia continuaba fuera del recinto, Bloodbound llevó su magia y épica musical a todos los ámbitos culturales. Si había que narrar historias, ahí encontrábamos «Slayer of Kings» o «Battle in the Sky». Reivindicando el mundo metalero/rockero en su esencia natural, «Metalheads Unite» e «In the Name of Metal». Con «Drink With the Gods», Patrik solicitó el unísono de las bebidas, aunque se llevó ése y muchos más. Con medio show cubierto, el salto entre álbumes nos trajo cortes clásicos de la índole de «Behind the Moon» o «The Warlock’s Trail», pasando por el insondable abismo de «Moria». Sabiendo que el final se acercaba, el dúo guitarrita de Tomas y Henrik soltó las melodías y acordes de «Dragons Are Forever» y «Rise of the Dragon Empire», hitos musicales que resonaron cuales épicas aventuras donde todos éramos partícipes. En una relativa despedida, Bloodbound se marcó el final en un bucle conmemorativo a sus inicios con la canción «Nosferatu», una elegía inspirativa que marcó un antes y un después ante el extasiado y emocionado público. Sin parar de aplaudir y ovacionar, Madrid se rindió a los pies de la banda sueca y le tomamos la promesa de un ansiado regreso lo antes posible.